martes, 29 de diciembre de 2009

En el andén....

Siempre había ido a trabajar en tren. Cada mañana veía las mismas caras y la misma sombra sobre cada individuo que como yo esperaba en el andén a que llegase la primera locomotora de la mañana. Saludaba a la misma hora cada día, todos los días, a las mismas personas, pero aquel día, no recuerdo cuantos años hace exactamente, algo diferente cambió mi vida. En aquel instante no lo comprendí, pero tiempo después pude entender que significó para mí la chica de triste sonrisa y añoranza en la mirada.

Como decía esperaba en el andén cuando ella irrumpió en la estación y lleno de luz todos y cada uno de sus rincones, incluso los que todos llevábamos incrustados en las entrañas. Era una mujer joven, no especialmente bella pero con al halo de misterio que encandilaba incluso al más frío de los que allí nos encontrábamos.
Llevaba un vestido gris, que jamás se quitó en los meses en que coincidimos. Dicen, yo no lo sé, que la pobre no tenía ni para comer, pero yo creo que ese vestido era para ella una especie de tesoro, que suavemente acariciaba cuando sus pensamientos y su mirada se perdían en algún rincón de su memoria. Tal vez penséis que son sensiblerías lo que os digo, pero las caricias que vi que le regalaba a esa tela escondían más amor que el que mucho hemos sentido jamás. Caminaba ausente a los cientos de ojos, que como yo, la observábamos. Era una cara nueva en nuestra anodina monotonía. Sus zapatos de tacón apenas rozaban el suelo. Volaba ante nosotros y con ella esa luz que hacía desaparecer el frío de nuestras almas. No lo creas pero esa chica era algo más que una chica. Era algo más. Se sentó en uno de los bancos de madera de la estación y clavó su mirada en la vía. Esperando.

Jamás habló con ninguno de nosotros. Todas las mañanas acudía a la espera del primer tren sentada en aquel banco y se iba a última hora de la noche. Nunca reclamó para ella aquel lugar, pero nadie, fuese un pasajero habitual u ocasional, osó usurpar su trono. Un par de semanas después de su llegada empezaron a surgir las conjeturas. Llegaron a decir que se había escapado de un manicomio o que simplemente estaba loca, pero nadie de los que cuchicheaban se molestó en mirarla a los ojos. Yo sí lo hice. No fue tarea fácil. Sus ojos se escondían tras unos párpados que seguro cansados de cargar con tanta tristeza ahora caían sin fuerza sobre su mirada. Sólo una vez pude verlos y un escalofrío recorrió mi ser. Aquella joven esperaba el amor. Le habían dicho que llegaría en uno de aquellos trenes, pero se negaba a creerlo y dejó que se fuese aquel en el que viajaba su amor. Ahora, tal vez arrepentida o tal vez esperanzada, volvía cada mañana a sentarse en su banco a simplemente esperar. No estaba loca como todos lo entendemos, estaba loca de amor. De un amor que por su terquedad había dejado escapar. Sentí pena por ella en aquel momento. Ahora, años después, lo que siento es envidia. Si, envidia. Ella si sintió amor. Dejó de lado su vida para recobrarlo. Nadie haría eso si no fuese verdadero ese sentimiento.


La acompañé sin que se percatase en su espera meses hasta que una mañana hallé sobre su banco un sobre arrugado y desgastado, seguro por la mezcla de lágrimas y dolor. Nunca supe más de ella pero dicen que se quitó la vida arrojándose a la vía del tren que meses antes ya se la había arrebatado al llevarse al hombre que había escrito esa carta. A día de hoy no he conseguido leerla, creo que no soy merecedor de ser partícipe de su historia. Sólo sé que hizo que comprendiese que existe el amor verdadero y que por nada de este mundo, terquedad, orgullo … debemos dejar escapar ese tren. Yo no lo hice. Y tú?





PD: ME GUSTARÍA QUE TODOS LOS QUE LEÁIS ESTE TEXTO DEJASEIS UN COMENTARIO. JAMÁS OS LO HE PEDIDO, PERO ESTA VEZ ES IMPORTANTE PARA MÍ. GRACIAS

viernes, 18 de diciembre de 2009

:( .......



Ayer publiqué una entrada, que una hora después borré, para deciros que estaré algunos días ausente. Necesito una desconexión. Nos vemos en un ratito.

Besos mis niñ@s

sábado, 12 de diciembre de 2009

Minuto de oro....



Para empezar os explicaré que es un "minuto de oro". Pues, según un programa de radio que hasta no hace mucho escuchaba antes de dormir, llamado ZAPPING( no sabeis lo que lo hecho en falta), un minuto de oro es la típica frase, contestación... que o no sabes que contestarle o no viene a cuento o simplemente te deja roto cuando la escuchas. Creo que más o menos así se entiende. Pues bien, he decidido colgar algún que otro minutillo aquí para comprobar si produce los mismo efectos en todo el que lo lee o escucha.

Aquí os dejo el primero. Os pongo en situación: mi compañera de piso y yo sentadas en el sofá viendo la tele tranquilamente en silencio. En esto van y ponen un anuncio de una peli de Jean- Claude Van Damme y ella suelta:

- " Yo de pequeñita era ninfómana "


Vosotros decídme que se puede contestar a eso a las 12 de la noche medio dormida en el sofá, porque si me lo dices a las 3 de la tarde aún me rio pero a medianoche mis neuronas están out como para más.

Otro día os pongo alguna graciosilla, previo consentimiento de su autor/a y si vosotros tenéis alguno podeis contármelo también

sábado, 5 de diciembre de 2009

Caminar................


Había tres personas en la azotea cuando él llegó. Se trataba de un hombre mucho más joven que los demás, no más de 30 años, muy atractivo y de apariencia amigable. Hablaron algo entre ellos. Sinceramente me daba lo mismo lo que estuviesen tramando. Yo me sentía libre de pie en el pasamanos a 20 metros del suelo. Era una noche apacible, despajada y con la luna brillando llena sobre nuestras cabezas. La verdad es que no tenía pensado hacerlo en una noche de luna llena, quería oscuridad, pero ya no aguantaba más, no podía esperar. La brisa del verano hacía que me balancease y bailase a su ritmo. Sólo necesitaba una ráfaga más intensa para iniciar mi último vuelo. En la calle a mis pies se empezaba a formar un grupo de curiosos. Eran como buitres atraídos por el olor de la muerte. Bueno por lo menos en mi última actuación tendría público que aplaudiese. Entonces ese hombre se acercó a mí.

- Deténgase ahí o le juro que salto. Se lo juro-dije provocando gritos de horror entre mi público.

- No, no lo haga. No me acercaré más señorita…..

- Belén, me llamo Belén

- Muy bien, yo soy Diego Garrido

- ¿Y qué le trae por aquí señor Garrido?- le pregunté.

- Pues me genera mucha curiosidad el motivo por el que una joven de veintipocos años está haciendo equilibrismo en la azotea de un edificio en mitad de la noche.

- ¿qué quiere que le explique? Señor Garrido ya me cansé de esta vida. Pensará que con 22 años uno no puede darse por vencido, pero mis 22 años han sido tan duros que se me han hecho muy largos. Me siento como si tuviese 80 años, pero con una historia en blanco como pasado- le dije entre lágrimas

- Belén la vida no es fácil para nadie. Le contaré un secreto. Señores pueden dejarnos solos- les ordeno a los policías- señorita la felicidad no existe.

- Eso ya lo sé, no es ningún secreto para mí, qué cree entonces que me trae aquí.

- No, no lo sabe, sino no estaría subida ahí ahora mismo

- ¿qué está insinuando?¿qué es lo que quiere decirme? Nada de lo que me diga podrá hacerme cambiar de opinión. ¿Se piensa que esto es un arrebato?- mientras hablaba un grupo de bomberos colocaban una de esa enormes colchonetas en la acera. Estaba claro que no tenían intención de dejarme acabar con mi suplicio.

- Belén, en mi consulta escuchó historias como la suya cada día. Mucha gente se siente como usted.

- ¡¡ Otro puñetero loquero, era lo que me faltaba¡¡- dije entre risas

- Pues este puñetero loquero como usted dice puede ayudarla si le deja.

- Adelante, ayúdeme usted doctor… - no podía dejar de reír

- Belén la felicidad no existe y jamás podrás encontrar algo inexistente. Desde niños creemos en un mundo perfecto que llegará a nosotros sin buscarlo, un mundo con todo lo que deseamos. Sin embargo ese deseo sólo genera decepción una vez que no llega. Entonces empezamos a buscar la felicidad como locos. La buscamos en otra gente, en un trabajo, en una pareja… buscamos algo utópico y ese es el problema. Nos centramos en eso y no vemos las cosas que en realidad vivimos en el transcurso de esa búsqueda. La felicidad está en ese recorrido, no en el final del camino.

-¡ qué bonito¡- aplaudí

- Piense lo que quiera pero hágame un favor y recapacite un segundo. ¿qué es lo que le falta?¿Se piensa que mi vida es fácil o la de la gente de ahí abajo?

- ¡Si¡, si lo creo. Lo creo y punto. No tengo nada por lo que seguir.- estaba empezando a flaquear.

- No lo creo. Tiene salud o eso parece. Por sus ropas y teniendo en cuenta donde vive, el dinero tampoco es su problema. Ayúdeme a comprenderla o salte de una vez si eso es lo que quiere..

- Deje de analizarme de una puta vez. ¿qué coño sabrá usted de mi vida?

- Cuéntemelo y la ayudaré

- No- me giré para ver a mi público

Había decenas de personas observando la escena como bobos. Seguramente quedarían decepcionados si no saltaba. La escena del salvamento a última hora ya lo habían visto muchas veces en películas. El salto era más emocionante. Sin embargo, ese puñetero loquero me estaba haciendo pensar. Era bueno en su trabajo. ¿Y si era cierto y me había ofuscado en llegar al final del camino y me había olvidado de disfrutar del viaje? Mierda, me estaba planteando por su culpa, lo que ya tenía más que decidido. Quizás estaba equivocada.

- Belén mírame, por favor- suplicó

Me giré y le miré. Le miré a los ojos y como hipnotizada me bajé del pasamanos. La gente aplaudió y yo me desplomé llorando en el suelo a sus pies. Cómo pude pensar que dejarlo todo era la solución. Era débil y necesitaba ayuda cuanto antes. Me alzó y me abrazó con fuerza mientras me susurraba al oído que dejase de llorar, que ya había pasado todo.

- Diego ¿me ayudarás a disfrutar de mi viaje?

- Te lo prometo- susurró y me besó en la frente.

Ha pasado un año desde esa noche y Diego me ha enseñado a disfrutar de lo que tengo y dejar de anhelar lo que no. Todo llega si tienes paciencia, me repite en ocasiones. Y es cierto todo llega, si eres capaz de verlo.
Él me mostró la luz y jamás podré recompensarle por ello. Por el momento, esta noche le he invitado a cenar. El puñetero loquero es encantador.







Escrito en mayo del 2007