Su despedida...

Aún me cuesta hablar de ello. Aún me tiemblan las rodillas al recordarlo. Sé que algunos me tacharon de loco y que muchos otros culparon al alcohol y a mi deplorable estado anímico. Dicen que mi imaginación me jugó una mala pasada y que simplemente creí verla allí, a mi lado. Hoy hace exactamente un año y aún puedo sentirla a los pies de mi cama, con esa mirada serena y esa sonrisa fingida, enmascarando su dolor, para no alimentar el mío.

Llevábamos un par de semanas malas. La típica discusión de enamorados, estúpida y sin sentido. En ese tiempo no habíamos hablado, ni nos habíamos vuelto a ver. Ni ella ni yo estábamos dispuestos a dar el brazo a torcer. El primero que llamase a la puerta mostraría debilidad. Se vería quien daba más por los dos y ninguno quería ser, en esta ocasión, el más débil.

Esa noche, esa maldita noche, estaba en casa, acompañado de mi soledad y una botella, que si me lo preguntas, no recuerdo de qué. Era beber por beber. Trataba de olvidar, de sentirme ajeno al mundo. Todos lo hemos hecho alguna vez, pensando que funciona. Bobadas. Tenía su número de teléfono marcado en la pantalla del móvil y el dedo sobre la tecla de llamada. Varias veces la pulsé, pero colgaba antes de que sonase el primer tono. No, no y no. Esta vez no seré yo el que llame. Esta vez te toca a ti. Demuéstrame que te importo, aunque sólo sea un poco.



Después de un par de horas perdidas en el sofá y una botella vacía, pensé que lo más lógico sería acostarme. No me servía de nada seguir torturándome. Mañana hablaríamos y trataría de solucionarlo. No valía la pena seguir así. Me arrastré como pude hasta la cama. Dos veces me caí antes de alcanzar mi destino. Mi habitación y mis sábanas,frías e incómodas sin ella, me resultaban ahora un campo de batalla,en el que inútilmente luchaba contra mi mismo y mis sentimientos. El día de la discusión se había ido, sin llevarse sus cosas. Su camisón seguía allí y sus zapatillas bajo la mesilla. Incluso su olor seguía flotando en la habitación. Todo menos ella. Sin encender la luz y aún vestido me tiré sobre la cama y enterré mi cabeza bajo la almohada, intentando en vano no oír mis propios pensamientos y dormir algo. Pero no funcionaba. Seguía dándole vueltas y más vueltas a nuestra historia. Encendí la radio de mi mesilla, tal vez la música silenciase mi mente. Tampoco resultó. Todo me daba vueltas, estaba mareado y confuso. Había bebido demasiado. Se avecinaba una larga e insomne noche.


Entonces un gélido suspiro, me sacó del trance. Un frío aliento rozó mi nuca. Me estremecí, sin saber si estaba dormido o continuaba en mi vigilia bañada en alcohol. ¿ Había alguien más en mi cama? No estaba del todo seguro, pero juraría que la puerta estaba cerrada. Lo seguro que el alcohol me permitía estar claro.

-Amor, dime que me escuchas, dime que puedes verme.

¿ Ella? Pero qué hacía ella aquí y por qué me preguntaba esas cosas. Claro que podía oírla. Llevaba semanas esperando escuchar su voz y ahora estaba aquí. Aunque me resultó extraño; sonaba lejana, como si hablase desde dentro de una caja de cristal. Tiré la almohada y me abalancé a abrazarla, pero no sé como me caí de la cama. Maldito alcohol. Jamás volvería a beber. No me servía para olvidar y me transformaba en un ser torpe y vulnerable. Cuando logré sentarme en el suelo, alcé mi rostro y vi el suyo. Las lágrimas lo surcaban. Sólo veía tristeza y no alcanzaba a entender que pasaba.

- Cariño,¿ por qué lloras? Perdóname por lo que pasó. Sabes que me dejo llevar por mi temperamento, pero jamás he pensado todo lo que te dije. Eres tú y sólo tú.

- No lo entiendes, ¿verdad?- su voz dolía, eran como punzones agujereándome la piel.

- ¿qué debería entender?. Todo lo que pasó ya es pasado y nosotros tenemos todo un futuro por delante.-Mis palabras hacían brotar más y más lágrimas de sus ojos. ¿Qué demonios estaba pasando?¿ Es que era todo una pesadilla?



Entonces alargué mi mano, para coger la suya y sentarla a mi vera, pero no pude sujetarla. Era como atravesar una gélida y densa niebla, que calaba hasta los huesos. Me quedé parado, congelado. Esto era, sin lugar a dudas, fruto de mi imaginación.

- ya todo es pasado, lo nuestro ya es pasado.NO hay ni habrá jamás un futuro para los dos. Pero por favor sigue, por mí. Prométeme que lo harás..- Asentí si saber de que iba la historia; lo único que quería era que dejase de llorar. Se acercó y me besó.

- Ahora puedes explicarme que es lo que pasa..

Pero ya no obtuve contestación. Se había esfumado y yo seguía sin entender nada de lo que había pasado. Sí, era una pesadilla. Era la única explicación. Me volví a la cama. De pronto, sonó el teléfono y todo cobró sentido y mi vida lo perdió. Un borracho al volante se había llevado por delante lo que daba sentido a mi existencia; un borracho al volante se la había llevado. En ese momento sólo deseaba tirarme por la ventana y volar a su vera, pero minutos antes le había prometido seguir, seguir por ella. Había venido a despedirse. Había venido a salvarme. Me demostró que me quería y que ninguno de los dos éramos débiles. Éramos simple y llanamente el uno del otro. Estúpido de mí, tanto tiempo perdido con absurdas dudas.


En el funeral, nadie creyó mis palabras. Estado de shock postraumático, según algunos. Fue real. Lo viví, lo sentí y aún hoy la veo a los pies de mi cama velando mis sueños. Me da igual que nadie llegue a creerme, porque sé que si sigo aquí, aferrado a mi vacía existencia, es por aquella noche y aunque encuentre a otra mujer que llene este vacío, nadie me demostrará tanto amor como ella lo hizo. Nadie.